Una madrileña residente en Barcelona descendiente de pizarreños -quizá ya pizarreña también de corazón- se ha reencontrado con sus raíces en Navamorales. Agradecemos que nos haya remitido un relato contando su experiencia, sus impresiones y el descubrimiento de Navamorales. A continuación su relato. ¡Bienvenida a tu pueblo Pili!
¿Casualidades?
Mi abuelo paterno, natural de Navamorales, falleció antes de que yo naciera. Pero por uno de esos increíbles azares de la vida he recuperado recientemente esa parte de mi historia familiar.
Y como un paso lleva al siguiente, contacto a través de Facebook con el grupo de Navamorales y No eres de Navamorales si… Y poco a poco me sumerjo en esa realidad de la que hasta hace bien poco desconocía casi todo.
Durante la primera semana de enero, me acerco desde Barcelona, mi lugar habitual de residencia, a conocer esos orígenes y el lugar en el que se asentó mi bisabuelo paterno (creo, sin saberlo con certeza, que no era natural de allí, pero ejerció allí como médico) y supongo lugar de nacimiento de mi bisabuela, de mi abuelo y de mi tía abuela. Al parecer mi abuelo se marchó del pueblo siendo joven, para no volver nunca. Y ni mi padre ni mi tío tuvieron ya ninguna vinculación con el pueblo ni con el resto de la familia.
Al morir mi bisabuela, mi bisabuelo se volvió a casar. De ese matrimonio nacieron tres hijos. Con esa parte de la familia se perdió el contacto. Hasta hace pocos meses en los que una casualidad absoluta hace que nos reencontremos.
Al llegar a Salamanca, intento averiguar qué transporte público lleva a Navamorales. Desde Salamanca no es posible esa información vía telemática, por lo que decido irme a Béjar. Allí me informan de que los autobuses a Navamorales salen los lunes, miércoles y viernes a las 7h de la mañana. Pero al ser el miércoles la festividad de los Reyes Magos, no hay servicio, por lo que el martes 5 de enero voy en un taxi.
Gracias a la web en la que escribo esto y a la amabilidad e interés de su promotor, contacto telefónicamente con la persona encargada del bar de la población. Me planteo pasar una noche en Navamorales, pero no es posible. No hay ningún tipo de hospedaje. Eso no impide que Toñi, la encargada del bar, se ocupe de recibirme y facilitarme la estancia todo lo posible. Conozco a su marido -Alberto- en estos momentos el alcalde, y también a varios de los vecinos, Castor, Crispina y Primi.
Ellos conocieron a la hermana de mi abuelo y a sus “entrehermanos”, palabra que no había oído en la vida y que al parecer usan al menos en Navamorales, para referirse a hermanastros. Por cierto, consultada la Fundéu BBVA al respecto, “no encontramos documentación sobre el caso ni en diccionarios ni en corpus.”
Doy una extensa vuelta por el pueblo, intentando imaginarme su vida por lo menos cien años atrás. Llego hasta el cementerio, muy cuidado y arreglado.
No hay ninguna tumba donde figure el apellido Fuertes aunque sí bastantes con el de Díaz (los dos apellidos de mi abuelo paterno).
Ando por un camino de pista, un lugar agradable en un día invernal frío y soleado, con algunos restos de lo que fueron casas y donde me siento a contemplar un hermoso y relajante paisaje.
Ya de vuelta a la plaza, alargada, me fijo en la iglesia en un extremo, el ayuntamiento, el bar, bancos de forja y dos hileras de árboles en el bulevar central, sin duda el lugar más destacado del pueblo. Como todo lo demás, muy cuidado e impecable.
Tengo la extraña sensación de pertenecer a ese lugar que nunca ha sido mío. O de todo lo contrario. De no pertenecer a ese lugar que siempre ha sido mío. No lo sé. Pero no puedo evitar emocionarme y confundirme con sensaciones tan contradictorias. También me pasa mientras escribo estas líneas.
Los vecinos van llegando al bar dispuestos a jugar la partida. Entre carta y carta me entero que el pueblo tuvo en su momento cuatro panaderías, escuela, médico… En el momento actual no queda ni un comercio. Los víveres los llevan furgonetas.
El médico va un par de veces a la semana. No hay colegio, tampoco niños, y de las cuatro panaderías mencionadas, no queda ninguna.
Las poblaciones cercanas más destacadas son Béjar, cabeza de partido judicial, y Guijuelo, donde van al médico. Ahí compran lo que necesitan o desean. De los aproximadamente ochenta censados, treinta viven habitualmente. El día de mi visita debía haber unos diez vecinos.
Me dicen que en verano y primavera, con el buen tiempo, la población se anima y se celebran fiestas. Toda la labor de recuperación que se está haciendo, también por la vía de las telecomunicaciones es fundamental para evitar el abandono y la falta de atención y servicios, evidente desde el desvío de la carretera principal.
En breve tendré la oportunidad de acudir junto a mi madre, hermanos y sobrinos a una reunión de Fuertes, descendientes del segundo matrimonio de mi bisabuelo paterno, y que nos permitirá seguir conociendo historias de la familia y de Navamorales.
Desde el más sincero afecto, gracias.
Pili Fuertes B.B.G. Díaz
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